Bio
Es la escritora peruana viva más importante del siglo XX y uno de los pilares de la literatura peruana junto a Magda Portal y Blanca Varela. Su poemario Noches de Adrenalina (1981) se atrevió a hablar del cuerpo y del deseo de la mujer en un momento en que la literatura se encontraba dominada por el canon masculino. Sin duda, es uno de los libros más importantes de la poesía peruana y latinoamericana contemporáneas.
Posteriormente, sus escritos se han dirigido hacia la narrativa. Sus novelas parten, muchas veces, de su experiencia personal, sus estancias en Alemania, Francia y Estados Unidos. Su prosa se caracteriza por ser arriesgada y experimental en sus diferentes libros. Ha explorado tanto una narrativa intimista como realista.
Su trabajo le ha valido el Premio Casa de la Literatura Peruana 2015 y numerosos homenajes. Estudió Educación en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha sido profesora en la Universidad Enrique Guzmán y Valle-La Cantuta, directora del Centro de Documentación sobre la Mujer (1993-2000), directora del Pen Club del Perú y presidenta de la Red de Escritoras Latinoamericanas (Relat). Actualmente dirige talleres de escritura creativa y conferencista en centros y universidades culturales nacionales e internacionales.
Ha publicado los libros de poesía Noches de adrenalina (1981) y Todo orgullo humea la noche (1988); los libros de relatos ¿Por qué hacen tanto ruido? (1992, 2015) y Monólogos de Lima (2015); y las novelas Las dos caras del deseo (1994), Pista falsa (1999), Una muchacha bajo su paraguas (2002, 2021), Retrato de una mujer sin familia ante una copa (2007), Halcones en el parque (2012), Halo de la Luna (2017) y Amores líquidos (2019).
Su obra














Sus textos
Desde los jardines de la U imaginaba París como un barrio
cálido donde alcanzar el espíritu de los impresionistas
hoy pasé en París en un invierno escarchado una Navidad
que podría haber sido de postal si no fuera porque estas
celebraciones pierden todo sentido lejos del clima
familiar y las postales no se pueden vivir (su naturaleza
es retiniana).
P es una ciudad en la que pasé al azar una fiesta finita
en los límites de una soledad llamada cortesía,
en el bulevar Saint Mitchel tomé un capuchino en perfecta
nostalgia de mi ambiente esforzándome por encontrar La
Colmena noctámbula
Notre Dame fue vista mientras bebía un coñac tibio
en la noche cené puerco dulce en restaurantes vietnamitas
y era como volver a la calle Capón en Lima, la necesidad
absurda de reencontrarnos siempre a millas de distancia
con una vaga identidad.
¿Les Champs Élysées mon amie?
Mi mirada de turista no puede devolverte tu ciudad
fantasma
la experiencia se da hoy en el abrazo con una criatura
en cualquier rincón del mundo y en el sucio y pobre
hotel Astur yo experimenté el tan ansiado orgasmo
simultáneo
no dejé de ser virgen entre aires bucólicos o bosquecillos
de pinos
dejé de tener himen como de tener amígdalas en una operación
de dos horas
me afeité las axilas los vellos de las piernas aunque
las sajonas suelen conservarlos largos y rubios entre
sus brazos
¿Nuestras partes se cercenan por falta de belleza
o de carácter?
Una pintora holandesa consideraba que no había muerto
dios sino el arte
mientras bebíamos cuestionábamos el poder en el lecho:
mi papel en el curso del abrazo entre los pezones
erguidos la erección del falo y las nalgas dispuestas
a ser acariciadas
¿Cómo hay que disimular una cicatriz de cesárea?
O la herida de una ecuación de belleza.
¿Dónde radica la belleza en la consumación de unos frescos
senos o en la felación?
Disponerse en el viaje a ser asaeteada por el viento
como por la pasión,
todo el que goza es verdadero y sus consecuentes
silogismos.
Como el viajero retorno siempre a las primeras imágenes.
En ellas estoy yo sonriendo en una escalera de Huampaní
con dos amigas de mi padre peinada con cola de caballo
y llevando mocasines apaches
nada me enternece más que esa sonrisa desolada de ser
tenida en brazos por dos extrañas
íbamos a convalecer de los bronquios
el cloro de la piscina y la sonrisa de mi padre
mi cama contigua a la suya el pasillo enladrillado por
donde furtivamente se marchaba al casino creyéndome
dormida
los sueños que entonces abrigué son el pasado que ahora
yace junto con los restos de mi padre
un ciclo de niña el secreto de los años cuya distancia
permite que sea dulcificado.
Como antes aún sigo en estado de alerta ante cualquier
extraño ante cualquier contacto presintiendo que debo
relucir o impresionar con mis lecciones de piano como
ahora con mis partes.
Es un fracaso esta necesidad de estar alerta y de recibir
al visitante con la misma impericia de niña mostrándole
todo lo que creemos ser como si no bastara ya ser.
De mis contemporáneas me alejan las dificultades de no ser trivial.
En la Gare du Nord cerré los ojos muy fuerte.
Vi París después de un viaje largamente sentada
en la butaca del ferrocarril con la pequeña en brazos
y la torre Eiffel partida por la niebla.
¿Qué son los Campos Elíseos o la Gioconda sino el ménage
delegado a las jóvenes muchachas del Tercer Mundo?
Lavar pisos
refregar las estrellas.
En un café del metro Odeón: una amante de Neruda
se divorcia y va en busca de una vida auténtica.
Su ex marido un solvente ingeniero la manda a paseo
y el pintor vagabundo y la dama burguesa nos filman
unos instantes de llanto y risa que encuadran
matemáticamente con el capuchino y el croissant al paso.
Evelyne era más suave
en su taller la madura holandesa nos mostró sus cueros
mi compañero dijo: – el grado cero de la pintura-
figuras de piel oscura
tonalidades de gris
y naranja
formas de vientre
de arco iris
África en pleno
Picasso decadentoso
o más tocable
claroscuro sobre
materia – materia
Venus estreñida arte analítico ubicar la vagina
y proyectarse en la página o en el pellejo del burro
lanzar dados
abrir el esfínter de la Venus.
Evelyne no trabaja la materia-alusión
Evelyne: – el arte es mi droga –
el “para sí” es obsceno.
¿Escribir es una veleidad que dice o disiente
para una mujer casada?
¿Silvia Plath y su Hollywood sin ventanas
o las cartas revolucionarias de Diane di Prima?
La tierra pide ayuda, nuestros hermanos/
y hermanas arrinconan su infancia, se pre-
paran /
a la lucha, qué opción tenemos si
no la de unirnos a ellos, en sus manos /
está la supervivencia del mismo planeta
la salvación / del sistema solar
¿La liberación del planeta parte de mi liberación
y esta necesidad es elitista?
un cuerpo que sufre insoportablemente exige
al margen del sistema solar y las estrellas
su liberación inmediata.
Poema parisino
Era el número trece en mi habitación de rue La Pompe, a dos estaciones de George Mandel, en el elegante distrito XVI, donde los bohemios, los negros, los sin tierra habitan los techos de París.
Aún veo ondear mi toalla taurina en el balcón del séptimo piso y al policía francés que hacía de portero inclinarse sobre la estufa prestada –solo por la niña– aclara.
La bombona de gas se enciende, contemplo como los hermosos trozos de asado que tomamos sin pagar penden del balcón de mi buhardilla, una botella de vino abierta/ libros / más libros y una máquina de escribir.
Mi viejo, mi Pessoa, esa edición fabril amarillenta me devuelve el cálido olor de los años estudiantiles cuando supe ser tan ingenua, me envuelvo en el remolino carbónico por las calles de Lima después de cuatro años, el aliento de las flores que ahora se marchitan detrás del Hospital del Empleado y los enfermos, nuevo es el veneno a pesar de la continuidad, mi espíritu ha quedado allá, en un rincón de mi cuarto, acurrucada, leyendo, escuchando el golpeteo de la lluvia porque cuando menor era el espacio podía prescindir del resto y éramos tres batallando a zapatazos, desesperados de besos y caricias en el humo de los gauloises, mi tristeza no era mi tristeza sino el júbilo de una soledad on partage, para decirlo así, con términos igualmente jurídicos, igualmente comerciales, ya que nada estaba dividido en nuestro mundo, los amigos venían, ¡rápido, rápido! Un té, una lata de sardinas, tallarines con atún y pan baguette. Ah, y la teoría, nadie bostezaba, solo el vecino o la portera.
La puerta de vidrio de mi balcón se vistió de rosado, se calzó botas impermeables color caqui, sacudió largas horas los visillos para otear mejor el tiempo abajo, cuántas veces tu cabeza apoyada en mi hombro durmió agotada, pero quién nos perseguía, quién publicaba cuchillos y rosas con espinas, ¿quién?
Llamaré a este capítulo remembranza, hastío, el pálido sueño.
El Ángel dorado
Goethe en Leipzig
en el cómic de mis quince años
cruza la esgrima una noche
con su viejo maestro.
Cuántos años después
en Schwabing
mujeres vestidas de leopardo
y en Berlín leopardos del Este.
Entonces
por la Kudam los obreros turcos me hacían adiós
Wohin gehst du, bambino?
Ya no eres una muchacha, pensé,
las cejas altas
la boca redonda
el amarillo marchito en la frente
de este prado
y las viejas grúas.
Wolfgang de estudiante era un pillo
simpático
yo lo amaba.
Encuentro en París con Allen Ginsberg
I
El otoño nos sorprendió en la ciudad de los tejados grises
Un poema que empieza era el día con pie quebrado
Y nuestras imágenes inmóviles como el rostro de una Botticelli
En un verano sin detergentes parecían envases acordonados
En la estación de Austerlitz.
El pan había subido de precio en esa atmósfera lúdica
Y Renoir era atrevido y moderno enjuagándose las axilas
En lavatorios de plástico al final del pasillo…
7 pisos sin tazas de mayólica para ahogar la intimidad.
La noche era opaca sin el brillo agresivo de los automovilistas.
Por el barrio destartalado suben las muchachas vestidas de negro
Hacia el final del verano,
El prado en Portugal arde y tiene sed…
Estación de Austerlitz, nadie limpia las claraboyas en los pasillos,
Verano de deudas,
La risa de una muchacha portuguesa se marchita,
Tiene la mejilla pegada a los radios transistores,
Multiplica sus granos y pecas en la oscuridad
Y el Sena le es perfectamente ajeno…
Pobres les bonnes de Genet, siempre de luto.
II
Estoy contigo Ginsberg
Ni en Lima con mi librito de Sandwich
Ni en París sin barba
Ni con tu esbelto Peter Orlovsky
Al estilo de un cheroqui en su noche de bodas
Y el águila va alcanzando la altura deseada,
He podido olvidar tus manos sonrosadas,
Y tu vientre combado
Y tu nariz curva
Y tu calva cabeza soñadora
Y tu poema sobre el Plutonio
Te abrías dulcemente paso y para escucharte entonar
Baladas gay
Yo te di el paso y una sonrisa que nadie vio
Ahora aquí
Bajo distintas presiones
Que no son las de limpiar casas y escaleras ajenas
Cuando salía y me cruzaba a la misma hora con
La niña argelina
Frère Jacques
Frère Jacques
Aquí
Bajo el influjo de un verso nítido y sencillo
La poesía es una cura de la mente
De dónde adónde la realidad impertérrita
Buenas noches buenas noches
Hoy tienes lengua frita para saborear detrás
De la cerradura
La mujer del llavero desaparece en el retrete sin
Volver la cabeza
Noche opaca sin el brillo agresivo de los automóviles
Y el amor bajo los castaños.
El reglamento del inmueble impide morirse
Después de las diez, si eso implica hacer ruido.
En Praga
a Giovanna Pollarolo
El viento corta el rostro en la estación de Schönfeld,
he podido olvidar que estoy acá, camino a Praga
para pensar en ti desde el Este…
Bésame mucho, canta una voz en una radio lejana,
como si fuera esta
la última vez…
La música en español nos persigue inútilmente
como si en realidad fuera la última vez.
Mi compañera de viaje duerme sin conocer el peligro.
El tren se separa de Occidente hacia un oscuro
campo, hacia un oscuro destino.
Sólo los vietnamitas
saben a dónde van y para qué.
Nosotras, apenas, a divisar a lo lejos algún
puente sobre el Moldau
o una apacible plaza de rostros lánguidos
y blancos
que no se parecen a Kafka.
Sólo nosotras podíamos caer en un hotel
con ese nombre, Kafka,
habitación número 5
y el Moldau fluye sin flotantes…
Ella abre los ojos y mira
melancólica el paisaje.
También huye, pienso, de algún mal de amor…
Los gendarmes, duros y verdes, nos detienen,
¿viajeras? Sí, obsesas, como si fuera
la última vez.
Vacío mi mochila, un frasco de crema Revlon
cae, sospechoso, como el color de los ojos asesinos.
Dos solitarias y
el aire parece lleno de fantasmas
una buhardilla alta, en un viejo edificio
nos tienta
los escritores y los artistas
somos gatos agazapados en los tejados
soñolientos gatos y sabios…
Bravo, has sonreído después de mucho tiempo
en la calle Malá Strana, vieja y barroca,
seguro Kafka conoció a Felicia en ella
y las delicias de Felicia
el mejor remedio contra el mal de amor
es sobre todo el vino, entonces vamos
paseemos por todas las tabernas
de noche y de día…
No preguntes por Auschwitz, que
está en Polonia…
en Bohemia corta el viento
con lujuria
…el café Mozart tiene sillones de terciopelo púrpura
Y el Moldau fluye pérfido, olvidadizo…